¿Cómo
es el asunto y desde cuándo?
Claudio Monge Pereira
Para una Jornada de Reflexión acerca de la posible
dicotomía entre Pedagogía y
Ciencias de la Educación, se nos solicitó
que esbozáramos nuestra
posición al respecto. El título
de la Jornada fue: “Pedagogía Vs.
Ciencias de la Educación”. Cuando
aceptamos la propuesta pensamos inmediatamente en aquel asunto del huevo y la
gallina, y obviamente, en cuál orden los debemos colocar. Ya el solo hecho de pensarlos enfrentados es,
en alguna medida, perverso o distorsionado; me refiero a la Pedagogía y a la
Educación; y es que el asunto de enfrentarlos es caer en la trampa ideológica
de la visión pragmática de la polémica.
No podríamos pensar en ninguna de las dos cosas sin desentendernos de la
ideología y de la política. Ideología
como falsa conciencia o como simple sistema de valores. Política como ciencia para gobernar
sabiamente o como farsa para engañar a los demás y auto - privilegiarse. Y tampoco se puede dejar de lado la
Economía; como simple aritmética o como sistema que discrimina descaradamente a
los pobres por un lado, o que pretende socializar los bienes por otro para el
bienestar de las mayorías. Por tales
motivos, no nos referiremos al supuesto enfrentamiento, sino más bien lo
haremos acercándonos a la esencia del origen de ambos términos y a su
significado verdadero e histórico.
Quizá valga la pena remontarse al viejo Imperio Romano para
recordar que el origen de la Educación, de la Escuela y de la Profesión
Docente, está indisolublemente ligado al poder hegemónico de una clase social
cuya concepción de mundo le posibilitaba aceptar el dolor de las mayorías como
la más natural de las realidades. Son
precisamente sus emperadores los que comprenden a cabalidad, en este caso
ideológica y políticamente, la necesidad de fundar una institución y una
profesión que legitimara y consolidara una práctica que les había deparado
solamente privilegios y granjerías.
Tenemos entonces que la educación sistematizada nace como una necesidad
clasista para consolidar un poder imperial cuya esencia era la explotación y el
crimen de los más necesitados; valga decir sin tapujos, los pobres: siervos,
esclavos, colonos y artesanos. Pero lo
mismo se puede decir de los griegos y de su sistema esclavizante; aquellos mismos cuyos “aportes” a la
educación especial fueron tan elocuentes, que se manifestaban mediante el único
y simple hecho de lanzar por los riscos y precipicios a todos aquellos que
venían a este mundo con alguna discapacidad.
Para un estado totalitario – “democrático”, cuyo fin era la búsqueda de
la belleza física y espiritual, un ciego
o un cojo estaban de más.
Los faraones egipcios utilizaban el producto del conocimiento
para justificar sus crímenes y su genocidio, consolidando así su poder absoluto
sobre la enorme masa de pobres; cuya ignorancia calculada le deparaba a los
gobernantes jugosas ganancias y ocio ensangrentado.
Así visto este asunto, tenemos que la educación sistemática,
la escuela y la profesión docente, son productos de una economía, de una
ideología y de una política que las concibió para consolidar y reproducir el poder clasista y la hegemonía de grupos
minoritarios. Como tales, nacen entonces
para cumplir con funciones muy claras y precisas en la sociedad; funciones que harán que en la práctica unos
sean explotados y otros explotadores.
Por lo anterior es que afirmamos, como lo han hecho muchos estudiosos de
este hecho, que la Educación entre otras funciones cumple fundamentalmente con
las siguientes: Ideológica, Política, Económica, Cultural y Social.
(se
recomienda la lectura del artículo “¿Cuál crisis?”, de Claudio Monge)
La primera será para reproducir su sistema de valores, la
segunda para consolidar su sistema organizacional, la tercera para formar sus
cuadros técnicos y profesionales, la cuarta para seleccionar la cultura que le
es útil a ellos y la quinta para sojuzgar; o en términos del ex presidente de
la República, Figueres Ferrer : “ Para domesticar”.
Y es que incluso el término Pedagogía nace ligado a un quehacer
de explotación, porque no podemos olvidar
que en la Grecia esclavista, el Pedagogo era aquel esclavo doméstico
cuya misión consistía en acompañar a los niños de los esclavistas (libres y
“democráticos) a los gimnasios y liceos.
Es decir, el Pedagogo era un esclavo que cuidaba las espaldas de los
hijos privilegiados y libres para garantizar su seguridad física. Especie de guardaespaldas, simplemente.
Acotamos estas cosas porque cualquier reflexión que se
realice acerca de esta temática, si se hace al margen de la rigurosidad
histórica, correría el riesgo de ser una mera calistenia para congresos.
Precisamente desde nuestra óptica particular, ese ha sido el
pecado capital de la mayoría de las reflexiones
que se realizan acerca de la Educación; y a tal extremo que eso motivó al
connotado pedagogo argentino Gustavo Cirigliano para escribir su célebre “Fábula de los Cerdos Asados”; en la
cual afirma entre otras cosas que lo que falta en las reflexiones pedagógicas
oficiales es “sentido común”. De aquí la necesidad de reunir congresos,
asambleas, talleres, jornadas, etcétera, para elucubrar acerca de la necesidad
de cambiar una práctica social, que a todas luces, no se puede transformar si
no se aborda estructuralmente.
Pensemos por un momento en los centenares de congresos de educadores
de este país tan chico, y evaluemos las propuestas teóricas y prácticas que se le
han hecho al Magisterio Nacional y a las Universidades; descubriremos que a lo
sumo se ha dado una repetición de ocurrencias y de citas; las más de las veces
trilladas por el abuso. Y aseguramos lo
anterior por cuanto esos encuentros se dan íntimamente ligados a las
preferencias políticas y al oportunismo gremial. Y en el caso de las universidades, suele
suceder, que se dan las reflexiones como un eslabón más en la larga cadena de
especulaciones para las futuras publicaciones con meras intenciones salariales.
Afirma Guillermo García que la Educación es una Práctica
Social, porque por medio de un proceso determinado se transforma una materia prima
que recibimos supuestamente inacabada, para devolverle a la sociedad un
producto final diferente y supuestamente
acabado. Para este pedagogo, la
Educación se da en tres niveles; a saber:
A) en el nivel de Hecho, que abarca todos aquellos acontecimientos que
circundan la vida y el accionar de los seres humanos en sus relaciones sociales
cotidianas; es decir, son aquellos aprendizajes y aquellas enseñanzas
significativas que se dan al margen de cualquier sistematicidad. B) en
el nivel de Propósito, y como la acepción lo indica, son todas aquellas
experiencias que se planifican y ejecutan para cumplir con metas y
objetivos previamente establecidos; concretamente, es la educación que se da en
instituciones que fueron creadas para esos propósitos y que es impartida por
especialistas que adquirieron ese derecho por medio de un certificado; que las
más de las veces, es un certificado de poder para el dominio de supuestos
“ignorantes”. Y C) en el nivel de Reflexión, entendiendo este tercer nivel como
la ejercitación epistemológica que se realiza acerca de las particularidades de
los niveles anteriores para producir Teoría
acerca de ellos; lo cual conduce
inevitablemente a la formulación de cuerpos pedagógicos que se convierten en
paradigmas para el fortalecimiento científico de nuestros quehaceres. En concreto, para García, hacer
educación al nivel de reflexión, es hacer Pedagogía. Especular sobre los niveles Ay B es producir
cuerpo pedagógico.
Si tomáramos como acertada la posición de este estudioso, podríamos
concluir que nadie ligado a la educación se escapa de realizar en determinado momento teoría pedagógica; aunque nunca la llegue a
formular por escrito como propuesta concreta.
Francisco Gutiérrez prefiere proponernos la educación como una práxis
política, entendiendo política como la necesidad de tomar partido
frente a la realidad concreta de la Humanidad.
En este caso, la práxis nos remite a la relación dialéctica entre
práctica y teoría; es decir, que siempre
la teoría será el producto de una práctica reflexionada y toda práctica será la
resultante de la aplicación de alguna teoría o reflexión. En este sentido, asumimos la educación como
un hecho o un acto social concreto e histórico, para el ser humano y por el ser
humano; para liberarlo o para esclavizarlo, para desatarlo o para
manipularlo. Educarse es politizarse e
ideologizarse, es tomar partido en la connotación que señaláramos
anteriormente. De tal manera, la
educación será liberación y esperanza, o esclavitud mental y laboral.
Freire se refiere a la educación como a una práctica liberadora
y humanista, y practicar la libertad es educar al hombre en el amor, la
solidaridad y la esperanza. La pedagogía es una propuesta teórica
multilateral que promueve la felicidad del ser humano a través de la educación:
es profunda transformación individual y colectiva.
En Costa Rica, ya en los años veinte, la joven maestra
normalista Luisa González, conjuntamente con Carmen Lyra, entendían que la
educación es un acto liberador por medio del cual manifestamos nuestro amor
hacia la Patria; afirmaban que la Pedagogía, más que un cuerpo teórico
más o menos coherente, debería ser una Guía para la acción que rompa los
esquematismos y los reduccionismos mentales que promueve la sociedad del
egoísmo. La Pedagogía es la teoría que surge del conocimiento de las
realidades sociales y concretas del sistema educativo en todos sus ejes y componentes, que le sirve al educador para orientar su
quehacer cotidiano, dentro y fuera del aula. La Pedagogía entonces, no es sólo un asunto
que se practica dentro de cuatro paredes; es un asunto de utopías
y de incertidumbres.
Si el espacio lo permitiera, quizá podríamos demostrar que
todos nuestros más insignes y preclaros próceres de la educación nacional,
tuvieron muy clara la diferencia entre
la educación y la pedagogía; y en su práctica cotidiana demostraron con
acciones claras y concretas sus delimitaciones.
La educación para ellos era
el acto concreto de las aulas, social y humanista, político e ideológico, acto
concreto en el cual se puede echar mano a los más diversos métodos y técnicas para informar y formar al ser
humano integralmente. La pedagogía la consideraban una ciencia
que teoriza por su propio camino acerca del hecho educativo y propone ideas
aisladas o cuerpos de ideas sistemáticas para comprender ese fenómeno y
enrumbarlo por caminos predecibles y conscientes.
Omar Dengo, por ejemplo, afirmaba vehementemente que la
educación no podría ser jamás como el vientre de una mula, porque esa educación
no es capaz de dignificar ni concebir nada.
Nótese, en esta analogía, que el maestro clamaba por una educación como
proceso de liberación y de esperanza, una
educación como sinónimo y expresión de vida. Se puede inclusive especular acerca de
una concepción de la educación deificadora, capaz de concebir vida positiva y
perfectible: dar a LUZ.
El célebre Emile Durkheim afirmó, hace más de cien años: “ La educación es la socialización de las
jóvenes generaciones a través de la experiencia
de las generaciones adultas”, es decir; la educación es el
hecho social concreto de transmitir la información que las generaciones mayores
han acumulado y sistematizado para que las nuevas la asimilen y la
adopten. Y “ la Pedagogía – afirmaba - es completamente distinta. No consiste en actos sino en teorías. Tales
teorías son modos de concebir la educación, no modos de practicarla. Así, la educación no es otra cosa que la
materia de la pedagogía. Esta consiste
en determinada manera de reflexionar sobre los asuntos de la educación.” (citado por Lemus, op. cit. Pág, 17) Vemos pues, que desde tiempos bastante
distantes, los estudiosos del hecho educativo diferenciaban ambos actos, si se
quiere de una manera bastante didáctica; no los enfrentaban.
Para Antón Semiónovich Makárenko, la educación es un hecho social concreto, el cual se ejecuta lejos
de las abstracciones metafísicas, y debe
servir para organizar al ser humano y ayudarlo a integrarse
positivamente a la sociedad, para
construir el progreso de todos. Su Poema Pedagógico es una teoría sobre
la educación que canta al ser humano integral, ligado a la sociedad y luchando por humanizarla y transformarla en
un emporio de justicia. La Pedagogía es,
entonces, auto - revolución y revolución.
El maestro ucraniano Vasili
Sujomlinski, en su obra “Mi corazón es para los niños”,
clama por una educación que sea un acto
de amor; amor real por lo que hacemos, y, fundamentalmente,
hacia quienes de manera temporal son nuestros discípulos. La
pedagogía para él es la expresión teórica y formulativa de un ideario que le sirva al educador de guía orientadora
para liberar al niño y al joven; y en
ellos, al hombre del mañana concreto y certero; del mañana previsible. En
esta razón se infiere, que el discípulo podría llegar a serlo para siempre, por
el profundo enfoque Humanista de su
propuesta y praxis.
Lemus indica lo siguiente: “Por pedagogía se entiende el estudio intencionado, sistemático y
científico de la educación; es decir, la disciplina que tiene por objeto el
planteo, estudio y solución del problema educativo. También puede definirse como el conjunto de
normas, principios y leyes que regulan el hecho educativo sistemático.” (pág.17)
“Existe,
afirma el mismo autor, marcada
diferencia entonces entre los términos educación y pedagogía, aquel se refiere
a la acción de educar y este a la disciplina que se ocupa del estudio del hecho
educativo; el objeto de la pedagogía es la educación. Aún cuando el hecho de la educación es
anterior a la pedagogía, esta sirve a aquella de guía y le imprime carácter
científico cuando sigue sus normas y cumple sus principios metodológicos. La educación es una actividad práctica y la
pedagogía es una actividad teórica; aquella
realiza el hecho educativo y ésta especula sobre él. Sin la existencia de la educación no habrá
pedagogía posible, pero sin la pedagogía aquella no podría tener significado
científico.” (pág.17)
Ahora bien, vale la pena formularnos esta pregunta: ¿ Para qué es importante dilucidar si debemos
hablar de ciencias de la educación o de pedagogía, si la práctica como criterio
de verdad, nos indica que es precisamente en las Escuelas de Educación donde se
le rehuye a la reflexión abierta y objetiva?
Es en las Facultades de Educación donde se han venido construyendo nichos del saber
disgregados y dispersos, que impiden un acercamiento crítico al estudio de
todos los aportes hechos a este campo.
La Pedagogía es cambio.
¿ Estamos dispuestos a cambiar algo de lo que hacemos? ¿ Podremos sacrificar algo de lo que nos
apasiona y nos ciega subjetivamente, en aras de un acercamiento realmente
científico a nuestro objeto de estudio?
¿ Podremos algún día decir nuestra verdad sin temor a perder las
amistades o a ver caras largas por algunas semanas?, ¿ Queremos cambiar?, ¿ Podemos cambiar?, ¿
Habrá aún tiempo para el cambio?, ¿Podremos re – pensar y re – reflexionar
nuestro quehacer para re – plantearlo a favor de la Justicia; que al fin y al
cabo significa Paz ?
Afirmaba Vinoba Vabhe, una insigne y legendaria maestra de la
India, que en Occidente los educadores más que educar manipulamos a nuestros
estudiantes; porque le tenemos pánico a los cambios y sobre todo a la
inminencia de que algún buen día, el
discípulo nos superará. Afirma que en
Occidente las casas cuando se van a construir ya llevan en sus respectivos
planos dos espacios ineludibles; uno para el botiquín y otro para la
biblioteca. El primero porque nos
enfermamos mentalmente antes que nada, y el segundo, porque el alma se nos ha
enfermado de tal manera que buscamos la verdad sólo en los libros; cuando lo
cierto es que la verdad nos circunda cotidianamente y no la vemos. Con un sistema educativo así, sólo podremos
engendrar súbditos acríticos y sumisos; y en tales circunstancias, el
partidario mediocre siempre desplazará al adversario competente.
Quizá para no llover sobre mojado con esta reflexión, valga
la pena recordar a Monseñor Iván Illich, educador y pedagogo cuya propuesta
pedagógica es radical. En su obra, “El
capitalismo del saber” nos asegura que la educación se parece cada día
más a una nueva religión, que la escuela es una especie de nuevo templo y que
el educador es un nuevo gurú que se interpone por lo general entre la luz de la
verdad y el deseo de los educandos por atraparla. Hemos hecho de la educación una nueva
religión, fuera de la cual no tenemos salvación; algo así como la fe de
bautismo para los conquistadores. Dice Illich
que los políticos de los diversos partidismos se han encargado de vendernos a
los educadores dos ideas: Por un lado
nos ofrecen la Torre de Babel de Rusia, con toda su multiplicidad, su misterio
y su debilidad; y por otro nos tienden el Egipto de los Estados Unidos, con
todos sus supuestos encantos, sus tesoros ocultos y sus lacras. Nuestros educadores en América Latina a
menudo caen en la trampa ideológica de esos ofrecimientos, y por eso es
frecuente encontrarlos muy emocionados a favor de alguno de esos paradigmas, o
por el contrario, apáticos, vencidos y sumidos en la des - esperanza. Pero Illich nos da una tercera opción, que es
lo que él denomina, “el camino del
desierto”; este es el camino de la confrontación y del choque contra
aquellos que han pretendido y pretenden hacer de la educación un emporio de la
sumisión y de la esclavitud, consolidando una sociedad fundamentada en la
explotación, la injusticia y la represión de posiciones divergentes. Es el camino de las dificultades. El desierto es el sinónimo de las condiciones
más duras y más inhóspitas. Es metérsele
en el camino a las víboras de la indiferencia y de la manipulación: “
Porque sólo escoge el camino del desierto aquel que ya fue liberado ”, es
decir, sólo aquellos que han vivido su propia transformación emprenden su
marcha a través del desierto; porque ellos en sí son seres libres y
liberadores.
No es entonces la Pedagogía enfrente de las Ciencias de la
Educación en realidad, es la
educación como objeto de estudio de la Pedagogía; es la educación como un acto
de amor al que nos entregamos en cuerpo y alma; y es la Pedagogía como el
cuerpo teórico que nos ayuda a comprender ese amor y a practicarlo sin causarle
dolor a nadie.
Mi hijo menor, siendo muy pequeño aún y debido a
su afición por los dinosaurios, me explicó hace mucho tiempo que las aves
descienden de los reptiles; que entonces fue primero el huevo que la gallina,
pero que en realidad eso no importaba porque tanto uno como el otro son
importantes para el Ser Humano.
¿Se beneficiará alguien, si los educadores nos pasamos media
vida profesional en toda clase de encuentros tratando de dilucidar cómo es el asunto y desde cuándo, pero sin aterrizar?, ¿A quién, verdaderamente conviene esta
polémica, así planteada ?
La educación en verdad es un asunto de tal complejidad, que
hoy día podría aceptarse que proceden tanto la Pedagogía como las Ciencias de
la Educación. Lo realmente
significativo, en este sentido, es aceptar que por la propia inercia de los
pedagogos otras disciplinas profesionales han “invadido” con buen suceso
nuestra esfera de acción y reflexión; desplazando en alguna medida al
Magisterio del protagonismo necesario y urgente.
La
definición más sencilla de utopía
que conocemos es aquella que la compara con la línea del horizonte: está ahí
enfrente, no sabemos a qué distancia; pero ahí está esperándonos. Para alcanzarla sólo se debe avanzar y
desearla con pasión. Aunque después de
mucho andar descubramos que aún no hemos arribado…que ella está aún más allá de
nuestras posibilidades, pero que se pude alcanzar luchando y nos sirve para
caminar y avanzar
En Talamanca existe el árbol de chonta,
que es un árbol maravilloso; tan maravilloso que cuando los más altos y
poderosos le tapan la luz, él va desplazando sus raíces hacia los lados como si
fueran pies y se traslada de lugar. Su lucha es silenciosa. Su
premio es la conquista de la luz.
En griego
la palabra entusiasmo significa llevar un Dios por dentro; en tal sentido, el
reto verdadero de los maestros y de las maestras ha sido, es y será, des - crucificarlo
y liberarlo; para que ya sin cadenas ni ataduras, camine victorioso por las aulas
y fuera de ellas.